Einstein es una de esas personas que se recuerdan por una infinidad de motivos, pero la mayoría están relacionados con las matemáticas o con la teoría de la relatividad. Pero este científico con cara de buena persona también estuvo estudiando Cábala e intentando unir la ciencia con la mística.
Dado que no le tenía miedo a nada, salvo al aburrimiento, se atrevió también a filosofar sobre el concepto de la crisis, mostrando su particular visión del tema.
Es absurdo pretender que las cosas cambien si seguimos haciendo lo mismo. Esta es una de las razones por las cuales una crisis puede ser una bendición para personas y países, porque obliga al movimiento y éste trae progresos. En numerosas ocasiones la creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. En la crisis suele nacer la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera a la crisis, se supera a sí mismo y evita quedar “superado”. Quien se empeña en atribuir a la crisis sus fracasos y sus desengaños, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la de la incompetencia y la de la rutina. El inconveniente con el que chocan a menudo las personas y los países es la pereza para buscar salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Es a menudo a través de la crisis que aflora lo mejor del ser humano, porque sin crisis el viento es un simple soplo. En mi opinión, hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En lugar de esto, trabajemos duro para superarla. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer luchar por evolucionar.
Einstein era un hombre comprometido con el cambio en numerosos aspectos de su vida.
Nosotros tratamos de subirnos al tren del cambio y proponer productos que ayuden a ir más allá.
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