La voluntad

Voluntad

La voluntad es como la gasolina que le ponemos a nuestro vehículo para que se mueva, sin ella todo se atasca. Resulta así fundamental poner en marcha la voluntad para que nuestra vida avance.

 

En la Cábala (o Kabbalah), ese conocimiento ancestral que explica el funcionamiento de la organización cósmica, se dice que cuando activamos la voluntad, se pone en marcha una fuerza llamada ayuda divina o comúnmente conocida como suerte.

 

Trazar metas

 

Para mover la voluntad, el primer paso será trazar una meta. Para dar salida a un propósito, para impulsar una idea, es necesario realizar previamente una planificación a corto plazo, ya que la velocidad a la que se mueven los acontecimientos desaconseja la programación de largo vencimiento. Los objetivos deben ser claros y posibles, ya que si se apartan mucho de nuestra realidad pueden generar frustración. Trazar metas es un paso imprescindible en el camino para alcanzar el éxito, ya que éstas permiten fijar objetivos que motivan a la persona a seguir un trazado determinado. El potencial de nuestra mente es muy grande y es por ello que debemos procurar ser conscientes de lo que ordenamos. Las metas nos facilitan alcanzar aquello que deseamos. Cuando fijamos una meta deben planificarse los pasos a seguir hasta el último detalle, porque cuanto más clara sea la planificación, más sencillo resultará alcanzar el objetivo. Nuestro cerebro se parece a un ordenador, al que hay que proporcionarle instrucciones para que lleve a cabo las funciones programadas. Un fallo en la planificación puede significar que en nuestro inconsciente planeamos fallar, porque en ocasiones se plantean luchas internas entre distintas tendencias. Por ejemplo, en el momento que estoy escribiendo estas líneas, numerosos aficionados de un equipo de fútbol están viviendo una lucha interior. Por un lado desean que su conjunto gane los partidos, pero por otro esperan que pierda para que el equipo cambie de entrenador, ya que varios resultados negativos podrían acarrear los cambios drásticos que muchos seguidores esperan. Imaginemos que un jugador del equipo –que con el entrenador actual es suplente- estuviera sintiendo lo mismo que esos aficionados, si quisiera planificar sus próximos partidos, es probable que cometiera fallos de planificación, porque existiría en él un enfrentamiento interno y una parte de su personalidad planearía fallar, mientras otra desearía su máximo rendimiento sobre el terreno de juego. Por lo tanto, es necesario fijar mucho la atención en el proceso de planificación, para evitar que nosotros mismos nos impidamos conseguir los objetivos propuestos. Es importante cuando fijamos metas en nuestra vida que éstas persigan objetivos claros, ya que si generan contradicciones será más difícil que podamos conseguir alcanzarlas. Por ejemplo, si mi meta es la de conseguir una pareja, realizaré una minuciosa planificación de los pasos que voy a seguir: me acicalo; salgo siempre con “mi vestido de domingo”; frecuento lugares en los que puedo encontrar el tipo de persona que busco; me apunto a fiestas, a reuniones sociales, para poder activar mis relaciones públicas... Pero resulta que duerme conmigo un animal de compañía y por lo tanto el espacio que debería compartir con la pareja está ocupado. Es preciso comprender que además de llenar un espacio físico, el animal también representa, de forma simbólica, un impedimento, ya que solemos darle la categoría de sustituto, y lo mimamos y cuidamos como tal (ya que lo hemos elevado a nuestra cama). Ello generará una contradicción que dificultará la obtención de mi objetivo.

 

Siguiendo este razonamiento, lo coherente sería invitar a nuestro animalito a abandonar la cama para liberar el espacio, del mismo modo que si esperamos la visita de un amigo, deberemos vaciar el armario antes de que llegue si queremos que tenga un espacio donde colgar su ropa.

Otro ejemplo, he decidido activar mi prosperidad y planifico los pasos a seguir. Pero en un periodo pasado relacioné ganar más dinero con disponer de poco tiempo para dedicarle a mi familia o a mis placeres personales. Ello significa que será muy difícil conseguir la meta que me he trazado ya que se opone internamente a algunas de mis prioridades anteriores.

Será pues imprescindible dar un repaso a las vivencias de los últimos tiempos, a los decretos y limitaciones que nos hemos impuesto antes de emprender nuevas metas. Se trata de cambiar de actitud y de forma de pensar. En el caso anterior la persona debería darse cuenta que puede dedicarse a su familia y a sus aficiones, con menos tiempo pero con más intensidad. Si está una hora con sus hijos, a plena dedicación, puede ser mejor que disponer de más tiempo, pero con menor entrega real. Por otro lado, resultará positivo que se fijen distintos tipos de metas, porque si sólo buscamos conseguir dinero, nuestra vida puede perder luz, fe o ganas de cultivar el espíritu, pero si en cambio es el crecimiento espiritual el que anhelamos de forma absoluta y nos obsesionamos en perseguir un gurú, entonces se cortarán las raíces que nos unen a la tierra y que nos proporcionan estabilidad. En el equilibrio está la armonía y éste se consigue haciendo que trabajen a la par las principales tendencias de nuestra vida, es decir: el aspecto puramente físico, las emociones, la parte de lógica y estructuración mental y el desarrollo espiritual. Así, resultará provechoso que tracemos metas en los cuatro terrenos (físico, emotivo, mental y espiritual) para alcanzar esa armonía: metas profesionales, económicas, familiares, espirituales, de estudio, amorosas, etc. Es preciso evitar que todas nuestras metas se limiten a conseguir algo que se presenta fácil, que creemos que se puede alcanzar sin esfuerzo, porque el ser humano está dotado de recursos ilimitados y es importante tratar de sacar fruto a esos bienes. Por lo tanto algunos de los objetivos deben parecer inalcanzables –sin serlo- para que proyectemos nuestra imaginación más allá de la realidad del momento. Por ejemplo, si estamos viviendo en un apartamento de dos habitaciones podemos poner como meta conseguir una chalet adosado. De hecho las metas parecen inalcanzables cuando nos basamos en una utilización limitada de nuestros recursos, pero empiezan a considerarse posibles a partir del momento que las planteamos en serio. Si al contar la meta a otra persona, ésta se ríe pensando que es imposible que la consigamos, estamos en el buen camino.

 

Tomar nuestras propias decisiones La voluntad está relacionada con la capacidad de tomar iniciativas, de actuar sin esperar a que sean los demás quienes marquen el paso. La falta de empuje nos dejará a la merced de voluntades ajenas, de personas que, por tener un programa humano y de experiencias distinto al nuestro, nos conducirán por caminos que nada o poco tienen que aportarnos como enseñanzas vitales, o sea, nos retrasarán.

  La vida se desarrolla con una intención clara: que nos involucremos en ella para que formemos parte de todos sus procesos, por lo tanto es imprescindible tomar decisiones. Debe evitarse, en la medida de lo posible, que sean los demás quienes muevan nuestros hilos, sin que ello implique insumisión. A la hora de tomar decisiones, a menudo aparece un fantasma por el cual tambalean nuestras estructuras internas y externas: el miedo a equivocarse. Son muchas las personas que ante esa perspectiva prefieren dejar su decisión en manos de otros o compartir esa responsabilidad, pero la experiencia y los resultados parecen asegurar que es mucho más positivo tomar un camino, aunque sea equivocado, que evitarlo. Cada error que cometemos nos sitúa en el sendero del éxito y es por ello que Gay Hendricks, en su libro “La nueva mística empresarial”, apunta que los empresarios místicos transforman los problemas en retos que les ayudan a avanzar.

 

 

La voluntad tiene el cometido de activar todos los mecanismos de nuestra personalidad, ya que representa la mecha que al prender disparará un castillo de fuegos artificiales en forma de circunstancias, de actitudes que generarán un movimiento en nuestra vida. Sea cual fuere el resultado, nadie quedará indiferente después de activar la voluntad.

Así, en cualquier actividad, proyecto, movimiento, propósito, la primera actitud a tener en cuenta será: Activar la Voluntad.

 

 

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